Ir rodando y encontrarte en un paso subterráneo lleno de basura y escombros la silueta de un perro grande, ver que te ha sentido, daros cuenta mutuamente de la presencia del otro y apreciar cómo se da la vuelta y viene hacia ti corriendo un Pit Bull de más de 15kg fácil...
Rezar a Santa Cleta, San Bernardo y medio santoral más tarde comprobar que solo quiere jugar y no es más que un cachorro grande. Eso sí, con una mandíbula fuerte que no termina de controlar, del todo, aún.
Y tras 25min aproximadamente de juegos y persecuciones pude alejarme sin que me siguiera para continuar mi camino. Y esta clase de amigos son los que se hacen cuando no tienes más que tu bici y kilómetros de soledad por delante.
Una caricia, donde quiera que estés ahora, Pit-er.
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